lunes, octubre 02, 2006

54. ROBERTO SEGRE




Para contar cual es el estado de salud de la arquitectura en Brasil, los viajeros logroñeses que hemos ido recientemente a tres de sus ciudades (Salvador de Bahía, Río de Janeiro y Brasilia) hemos traído una ingente cantidad de fotografías que pronto pondremos en común entre nosotros, y que con el tiempo iremos ofreciendo a los amigos. Pero el estado de salud de la arquitectura de un país puede medirse de un modo diferente al de las imágenes de edificios y calles: el nivel de cultura urbana de un país tiene mucho que ver con su producción editorial y la calidad de sus críticos más afamados.

De ese modo y sin salir prácticamente de casa, con sólo leer el artículo que El País publicaba en el Babelia el 30 de septiembre del 2006, titulado "Política y Arquitectura en Brasil" y firmado por Roberto Segre, ya se puede dar uno cuenta de la patética situación que vive la arquitectura en el viejo imperio portugués.

En el dossier que hice para el viaje ya hice un rastreo de lo poco y malo que hay escrito sobre arquitectura brasileña: el libro de la Gustavo Gili sobre Niemeyer, de José Maria Botey da autentica grima; los artículos que han ofrecido durante estos últimos quince años las revistas de Galiano no pasan de cuatro tópicos y las consabidas letanías del santoral en la línea del libraco del argentino Ramón Gutierrez, Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica; y lo de Roberto Segre ¡ay! lo de Roberto Segre, el gran catedrático de Río de Janeiro, con pedigree italiano y honores cubanos, es para echarse a llorar.

Antes del viaje pedí por correspondencia la Guía de Arquitectura Contemporánea que Roberto Segre había publicado, y cuando me llegó a casa, tuve esa sensación de timo tan propia de las compras por catálogo. Pero para cursi y miope, el artículo que publicó Segre en Arquitectura Viva 87 (11 dic 2002) con motivo de la llegada de Lula al poder y la celebración en Brasilia. Era tan incensario, meapilas y baboso que en el dossier lo puse junto a la pag 14 del diario El País de 8 jun 06, en la que se daba la noticia del asalto de los Sin Tierra a Brasilia. ¡Qué vergüenza da leer crítica de arquitectura desde el poder de las tribunas de la universidad, la gran prensa y los despachos oficiales!

Si el nivel de arquitectura de un país se reconoce por la calidad de los críticos oficiales y la producción editorial, Brasil está en estos momentos más cerca de Egipto (donde no hay forma de encontrar un mapa de El Cairo) que de España -que tampoco es para echar cohetes. En las grandes librerías de la ciudad apenas hay otra cosa que el típico libro de fotos de obras de Niemeyer, y en la librería del prestigioso Centro Cultural del Banco de Brasil, dos o tres cosillas insustanciales más. Así que si se quiere encontrar algo, hay que ir obligatoriamente a alguna de las librerías Travessa. Y no son gran cosa. En cuanto a Guías, hay una de Río en cuatro volúmenes editada en el año 2000 por Casa da Palavra que está bastante bien, pero ya están agotados tres de sus volúmenes y sólo pude hacerme con el estupendo episodio del Art Decó. Del impresionante fenómeno de las invasiones y el favelismo no hay nada de nada, como si no existiera; todo lo más algún libro estetizante de fotos en blanco y negro. Yo quería hacerme con algún atlas urbano que explicase los planes de Brasil, pero eso era como pedir peras al olmo. Así que me tuve que conformar con un libro de fotografías de "Río desde el Cielo", bastante bueno por cierto, en el que, por traer un buen número de fotografías aéreas antiguas, te puedes hacer una idea de la evolución urbanística de las áreas más conocidas de Río y de los impresionantes desmontes del Morro do Castelo y el Morro do San Antonio que me imagino que servirían para los rellenos del primer aeropuerto y los paseos de Flamengo a Botafogo.

Como en Brasilia aún hay menos cosas (¡aún!) fui a la facultad de Arquitectura, pero ni tan siquiera hay un departamento de publicaciones.

De todos modos, a poco que prestes atención, en los textos más tontos siempre hay algo de verdad. Así concluye Roberto Segre su artículo en El País: "Afortunadamente, en el confuso y contradictorio panorama político brasileño, la arquitectura y el urbanismo logran mantener una vida propia y mejorar la ingrata cotidianeidad de la población". ¡Madre mía! Lo último no es muy cierto, pero qué extraordinario diagnóstico contiene esa frase final: la arquitectura y el urbanismo de Brasil están en el cielo -como los santos y las orixás-, viviendo su vida propia (y hasta internacional), e iluminando la miseria de sus ciudades sin mancillarse.

Pobre Brasil.