miércoles, octubre 18, 2006

64. THE LONG AND WINDING ROAD






Como se cantaba en aquella hermosa canción de los Beatles, el camino hasta IKEA ha sido (y es) largo y tortuoso.

Hace unos años, cuando se instaló IKEA en España y los decoradores empezaron a ir con sus clientes a comprar muebles y complementos en sus primeros establecimientos, un amigo me comentó que al fin habían triunfado las ideas más nobles de la Bauhaus y el proyecto más honesto del diseño moderno. Los objetos para amueblar y decorar los interiores de las casas podían ser baratos gracias a un buen diseño y a su producción industrial a gran escala. Y por si IKEA no fuera suficiente, otras cadenas algo más pequeñas pero igualmente competitivas, venían instalándose con cierto éxito en muchas de nuestras pequeñas ciudades: LA OCA, CASA, etc.

Para entonces, los arquitectos progres hacía tiempo que habían tirado la toalla. Los pecados de la arquitectura moderna habían sido tantos y tan graves que muchos de sus creyentes, aunque aún rezaran las jaculatorias de “ornamento es delito” y “menos es más”, e intentaran hacer algo de minimalismo para las fotos de las revistas, sintieron cierto alivio con la llegada de la postmodernidad o incluso se alborozaron y coquetearon con esa deconstrucción que les permitía poner los cubos desplomados. Y si el encargo daba para contar con ingenierías de fachada, pues hasta se podían permitir un toque high-tech como quien tira una cana al aire.

Por si ello fuera poco, en aquellos años de hundimientos comunistas, caídas de muros y reubicación de tendencias, en España vivimos el boom de un diseño frívolo y festivo que poco tenía que ver con las mejores intenciones de los pioneros modernos.

IKEA ha sido por lo tanto, una sorpresa inesperada; un canto de cisne; o acaso un ave fénix que ha levantado el vuelo para dar ánimos a quienes algún día pensaron que aquella modernidad larvada desde la Exposición Universal de 1851 y forjada finalmente en el crisol de la Primera Guerra Mundial era algo más que una pose, una moda o la niña bonita de una ideología.

Lamentablemente tengo que decir, sin embargo, que la frase con la que he iniciado esta nota no está inspirada en las vicisitudes de una gran idea por abrirse camino a lo largo de casi un siglo, sino en las ilustraciones para localizar y llegar hasta los establecimientos de IKEA que pueden verse en el catálogo de la temporada 2006 – 2007. Recorridos largos no sé, pero que son tortuosos es más que evidente. Si el diseño moderno ha triunfado al fin en los pequeños objetos de la casa, en los grandes temas de ordenación de los espacios de circulación, del paisaje urbano y de la simple orientación, hemos alcanzado a su vez, (y a la vez), los límites más ridículos del infradiseño.

He escrito un par de veces sobre la cuestión así que no es cosa de repetirme sino en todo caso de releer los argumentos: en elhall76 publiqué “Superestructuras de Infradiseño” que puede encontrarse lincando aquí; artículo que tuvo una interesantísima respuesta por parte de un experto en accidentes de tráfico y seguridad vial de Elche, Luis M. Xumini, y que puede también leerse en elhall81 de la misma web bajo el excelente título de El Rotondismo Fundamentalista. A solicitud del director de la revista Archipiélago aún di una vuelta más al tema alargando un poco el título del primer artículo: Superestructuras de infradiseño y otras miserias urbanas (Archipiélago n62).

Hubiera sido más bonito celebrar el nuevo catálogo de IKEA mostrando alguno de los productos estrella de la temporada. Pero los críticos tenemos la maldición de contar siempre lo que nos escandaliza.

De todos modos aún confío en que, después de haber cambiado tantas veces de dirección y sentido y haber girado en tanta rotonda (y si hay topes en la calzada ya ni te cuento), el lector supere todos los vértigos y mareos propios de tan sádico meneo y pueda disfrutar, más allá de la propia adquisición de los productos, del encuentro con una vieja idea al fin triunfante.