viernes, junio 16, 2006

30. SIMBIOSIS




El concurso de proyectos para la sede del Colegio de Aparejadores ha pasado entre nosotros con más pena que gloria. En el último hAll, el n94, se publican los dos primeros premios con un mínimo comentario sin firma que da a entender que a los nuevos directores les gustaría que hubiera un debate pero que son incapaces de plantearlo (pena de hAll también). Me comentan por la calle que los arquitectos del Jurado fueron Jesús Marino Pascual y Domingo García-Pozuelo..., ahhhhh ¡mis viejos “amigos” del hAll!, el autor de Crónicas Marcianas y el del famoso Acuerdo... ¿Qué podríamos esperar de un Jurado así? Pobres concursantes. De todos modos es curioso que en la noticia que tiene colgada el Colegio de Aparejadores en internet dice “el Colegio eligió...”; y en la noticia que dio La Rioja (2fb06) dice “Los aparejadores se decantaron...” ¿Fue un concurso mínimamente serio?
En fin, a pesar de que el convocante y el jurado fueron la misma Junta de Gobierno de los Aparejadores, como concurso de arquitectura tendría que haber merecido mejor vida; y aunque hayan ayudado al fallo mis “amigos” del hAll, también se merecía mejor entierro. Por eso, para seguir creyendo en la vida de los concursos y celebrar con dignidad la muerte de éste, he elegido para el sepelio este sorprendente vehículo que muestro arriba, simbiosis de modernidad y arcaísmo que, a juzgar por la matrícula, Pastrana compró en Burgos y lo incorporó a su catálogo de enseres mortuorios con el número 6.

La propia imagen del objeto es tan fascinante que casi sobran comentarios. Ese morro aerodinámico y esas llantas formalmente tan limpias y adornadas con neumáticos de banda blanca, símbolo de los nuevos tiempos y de la pujanza y progreso de la empresa concesionaria de las pompas fúnebres logroñesas, aparecen directamente trabados con un arcón de estilo gótico flamígero que seguramente despertará en los familiares del finado la idea de que su ser querido mora ya en un templo digno de santos, ángeles y arcángeles.

Aunque no fuera tan rotunda, una cierta simbiosis entre lo viejo y lo nuevo, es decir, entre la descascarillada fachada y el frente marmóreo del negocio de Pastrana, colocados uno sobre el otro igualmente sin mayor miramiento, podía aún verse en ese caserón del siglo XVIII que según María Teresa Alvarez Clavijo se levantó sobre unas casas del siglo XVI de las que no dejaron ni rastro (Logroño en el siglo XVI p136) Por cierto que P. Alvarez decía al respecto lo contrario, ja ja ja ja (véase su artículo sabatino de 1 abril del 2006). Hay que ver qué bien se informan los periodistas.

Es curioso que ni en elhAll 94 ni en las noticias de la prensa ni en las páginas de internet que he consultado, nadie se haya tomado la molestia de mostrar las fachadas del nuevo edificio, como si ésta no fuera importante para el fallo o todo el mundo la diera por supuesta. En su comparecencia ante los medios en el día en que se dio el premio, el Presidente del Colegio de Aparejadores ya decía que como ellos eran muy respetuosos con la rehabilitación, ya contaban con quitar el mármol de Pastrana, restaurando los sillares de piedra que estén debajo (¡cómo estarán!/ay ¡cómo quedarán!) y el revoco que cubre los ladrillos, restaurándolos igualmente (!). P. Alvarez lo confirmaba también en su página sabatina.

Pues mira, yo cada vez tengo menos claro ese consenso arquitectónico tan generalizado. Es más, me parece un claro síntoma de ausencia de arquitectura. En la fachada actual de ese caserón cantan mucho más los huecos arqueados de la planta segunda tan perdidos ellos, y que sin embargo, y como he podido descubrir mirando de soslayo algunos paneles que salen en las fotos, han sido escrupulosamente respetados.

No he querido analizar a fondo los dos proyectos publicados pues me parece injusto hacia los otros cinco que se presentaron y que no han sido expuestos públicamente.

Acabo: como entre unas cosas y otras sigo con la sensación de que no ha habido un concurso mínimamente digno, prefiero invitaros a contemplar otra vez (y a la vez) esa vieja fachada “a rehabilitar” y ese coche para el sepelio, donde lo nuevo y lo viejo aparecían en una simbiosis tan cruda como sugerente. A ver si así pensamos un poco más en arquitectura y un poco menos en consensos rehabilitadores.