martes, junio 20, 2006

32. COMER JUNTO AL RIO



Para pensar en forma de “patrones” y que estos nos ayuden en la difícil tarea de la creación, Alexander propone que hagamos memoria de aquellas situaciones en que nos hemos encontrado plenamente felices con todo lo que nos rodea y que reflexionemos sobre sus formas, colores, detalles, etc., y así definir su "pattern" de la forma más clara posible. Otras veces, en vez de recurrir al recuerdo y a los textos, el propio Alexander utiliza alguna imagen que contenga esa sensación de plenitud, y como es lógico, en muchas ocasiones utiliza fotos famosas de Adget, Cartier-Bresson, etc.

Preparando una clase sobre este último fotógrafo para mis alumnos de Fundamentos de Diseño en la Escuela de Arte de Logroño, hace años me llamó la atención una fotografía suya en la que cuatro orondos franceses hacen picnic junto a las tranquilas aguas de un río. Hay un montón de detalles hermosos en esa imagen que dan a entender esa atmósfera de felicidad: la sensación de reposo por haber comido, el relleno de un último vaso de vino o la desinhibición de la mujer de la derecha que se ha quitado la camisa para sentir la brisa del río.

Varios años después de haber estudiado esa imagen, en un viaje en autobús por Alemania y Austria organizado por amigos de la parroquia de Valvanera, buscamos en Salzburgo un sitio para comer nuestros bocadillos y dimos con un terraplén de césped junto al río Salzach en el que, de repente, y a modo de un “déjà vu”, sentí que estábamos en la misma ambientación que en la instantánea de Cartier-Bresson. Me levanté a hacer una foto y le di el nombre de un nuevo “pattern”: “comer junto al río”.


Creo recordar que no estaban nada tranquilas las aguas del Salzach, pero el suave y herboso terraplén te permitía bajar hasta el mismo borde del río y disfrutar de su frescura y del murmullo de la corriente.

Siempre que he podido acercarme hasta tocar con mis manos el agua de un río he recordado el tristísimo pasaje que Jack Kerouac contaba en “On the Road” a propósito de un día en que llegaron hasta las aguas del Mississipi y quisieron bajar hasta su orilla. Al encontrarse por sorpresa con una valla que les impedía acceder hasta el borde se lamentó con honda amargura diciendo poco más o menos que...: "qué se podía esperar de una sociedad que impide a la gente que se acerque a los ríos".

Logroño es una afortunada ciudad que tiene varios kilómetros de orillas junto a un gran río, y... ¡por ahora! no han puesto vallas que impidan llegar hasta el agua. Sin embargo, por suciedad o dejadez, o por no haber reparado en ello (por no haber reconocido o definido un patrón como este), creo que no hay ni un sólo punto en el que un pequeño grupo de personas podría sentirse feliz comiendo a su lado. Ningún lugar en que se pudiera hacer una foto así.