lunes, diciembre 04, 2006

96. MANSARDAS



He entrado en el wikipedia para ver qué decían de las mansardas y he encontrado que lo ilustran con un bobarril, así que les he dejado una nota para que se lo piensen; y dentro de poco les pondré otra con un enlace a esta página para que sepan que Logroño fue durante las cuatro o cinco primeras décadas del siglo XX una ciudad de mansardas, pero que entrados en el veintiuno ya van quedando muy pocas. En el LHDn77, por ejemplo, puede verse la foto de una de las desaparecidas, y en este mismo pongo la foto de otra a la que, vistas las directrices que están tomando las cosas en el casco viejo, parece quedarle poca vida.

Ejerciendo la profesión como arquitecto municipal entendí perfectamente el origen del problema: no faltaba semana en que apareciese por la oficina el propietario de una buhardilla intentando hacerla habitable o el arquitecto de una casa tratando de burlar la normativa de las alturas máximas. Creo recordar que por aquel entonces me puse a coleccionar distintas normativas sobre áticos, líneas de cornisa, aleros, medición de las alturas sobre las rasantes, etc., y entendí que el problema era poco menos que irresoluble: en un país de picaresca y de pésimos redactores de leyes, lo mejor es reírse o dedicarse a la novela. Y como para lo segundo nunca he tenido ganas ni facultades, pues seguramente opté por lo primero.

Nadie cuenta si François Mansart hizo su invento para convencer a algún arquitecto municipal, pero lo que es seguro es que hizo furor en su tiempo (s XVII) y que aún tuvo un fuerte “revival” en el XIX. En la versión inglesa de wikipedia no mencionan que la mansarda pudo ser inventada para trampear una normativa sino que, muy honorables ellos, señalan el éxito funcional logrado con tal artilugio para hacer habitable un ático. En otros diccionarios ingleses que también pueden también consultarse en la red apuntan claramente a la doble inclinación de la cubierta como recurso estructural (la formación original de Mansart fue la de la carpintería de armar) o estilístico (y es que la ampliación del Louvre no creo que tenga que ver con una cuestión de aprovechamientos). Lo más divertido (vuelven las risas) es cuando sobre una mansarda aparece otra mansarda, y aún otra más. A mi recuerdo acuden imágenes de París con mansardas en cascada que invalidan la teoría de la funcionalidad del ático y derivan su sentido hacia el de recurso estético de remate superior de los edificios. Puestos a pensar de nuevo en nuestra picaresca, unas mansardas en cascada se hubieran notado mucho, así que en Logroño no colaron.

Al margen de las consideraciones funcionales o criminales, el tema del remate superior de las casas me recuerda al de los zapatos que vimos en el LHDn79, y se me hace inevitable mencionar una vez más a mi madre que siempre mostró una gran predilección por los grandes aleros de los tejados vascongados.

Y si al hablar de pavimentos nos salieron los zapatos, al hablar de cornisas nos salen los sombreros. Es decir, que mientras que la esmirriada boina castellana apunta a los cortos aleros de nuestras casas, la exagerada chapela vasca tiene una correspondencia tan directa con los aleros de los caseríos que ni a los etnógrafos más miopes se les escapa.

Lo curioso es que puestos a emparentar la francesísima mansarda con un sombrero, el primero que se me ocurre (seguramente porque no sé mucho de sombreros) es el inglesísimo bombín: esa retranqueada elevación oscura producida sobre la cabeza que hacía a los ingleses más altos de lo que ya eran.

Otra curiosa observación es que la eliminación generalizada de cornisas, aleros y mansardas en la arquitectura del siglo XX se anticipó en un par de décadas a la desaparición de todo tipo de sombreros sobre las cabezas europeas. Digo yo si las cubiertas planas, tan calamitosas ellas en asuntos de humedades y calores, no serían en origen un diabólico recurso normativo para dejar bien claro cuál tendría que ser el definitivo límite de altura de un edificio. Lo cierto es que de poco sirvió entre nosotros porque como las cubiertas inclinadas no se llegaron nunca a prohibir, los áticos crecieron en cascada (ahora sí) cual zigurats, aprovechando la famosa “línea envolvente” de la cubierta.

Por resumir un poco y decir algo coherente: puede que ante los sobrios aleros de nuestras viejas casas nos parezcan un poco frívolas, pero ante el desorden superior (y nunca mejor dicho) de la parte alta de los edificios que se construyeron en Logroño a partir de los años cincuenta con la entrada en vigor de la normativa del Plan de Alineaciones, las pícaras mansardas me parecen mucho más graciosas. Quizás porque el origen francés de su picardía se me antoja más alegre que el de nuestra insufrible picaresca.