lunes, febrero 12, 2007

126. EL ESTILO HISTORIA


Esta vez no traigo al LHD un estilo arquitectónico más, no. Los asiduos a esta página, o a mi obra escrita en general, habrán notado mi propensión a dar nombre a nuevos estilos de arquitectura, como el “estilo disimulo” (LHD n20), el “estilo raya” (hC n25 de elhAll n87), el “estilo parecido” (LHD n114) o el estilo “marca personal” (por escribir); aunque la pieza más completa sobre la materia la escribí en una columna de elhAll n68 titulada precisamente ESTILOS/2 (el “/2” me ha dejado intrigado porque parece aludir a que antes había escrito otra cosa, pero ya no me acuerdo qué era o dónde puede estar).

Para evitar que el “estilo historia” sea confundido con uno de ellos, quisiera insistir desde el comienzo de esta columna que NO ES UN ESTILO DE ARQUITECTURA sino que se trata de un ESTILO DE ESCRITURA ACERCA DE LA ARQUITECTURA, es de decir, de un modo de pensar la arquitectura, enseñarla, o comunicarla (ponerla en común).

Un modo de pensar la arquitectura, dicho sea como juicio, valoración o tesis, que hace un daño tremendo a la arquitectura. (Eso se argumentará en otra ocasión).

El “estilo historia” es el modo de pensar y de escribir que, según parece, se enseña y aprende en las facultades de historia: porque la gran mayoría de los libros o artículos sobre arquitectura escritos por historiadores poseen ese estilo inconfundible. Un estilo que básicamente consiste en:

1) Adscribir la obra de arquitectura, o al arquitecto que la hizo, a algún estilo arquitectónico previamente definido, relacionándolos, si es posible, con alguna otra obra, autor, o estilo anterior.
2) Describir la pieza de arquitectura en cuestión a partir de los elementos decorativos de la fachada, a poder ser con los términos más rebuscados o especializados, a fin de darse importancia.
3) Hablar siempre maravillas de la obra que se comenta y evitar en lo posible juicios negativos, o en su caso, hacerlo de la manera menos comprometida posible, para evitar perder los méritos sociales y académicos que pudiera dar el trabajo.

Además de esos tres principios fundamentales hay otros muchos tics, latiguillos, modos de citar, etc, que serían objeto de una tesis algo más fatigosa (pero divertida), a la que animo encarecidamente a cualquier estudiante de filología.

La producción de nuestro egregio Instituto de Estudios Riojanos en materia de arquitectura es un perfecto muestrario para el investigador literario del estilo historia, aunque por suerte (para la arquitectura) no es muy abundante. Lo peligroso de esa producción, corta, digo, pero ejemplar, es el contagio que pudiera producir en otros observadores, pensadores y escritores ajenos a las facultades de historia y a los institutos de investigaciones sobre la historia. No voy a dar ejemplos para no ofender a algunos amigos, pero los pocos arquitectos locales que se han animado a escribir sobre arquitectura, han caído (hemos caído, podría decir también) más de una vez en escribir de esa forma estereotipada de “buscar estilos para todo, describir de forma aburrida y dedicarse a hacer alabanzas”.

Dicho esto, se entenderá mejor la coña que me traigo desde hace años con la búsqueda de estilo para la obra de los arquitectos contemporáneos, es decir, de una época que, por principio, se declaró “sin estilo” (véase al respecto el viejo artículo “Arquitectos e Ingenieros” que hoy mismo he colgado en el blog paralelo: Una Voz en un Lugar.)

Pues bien, como en los últimos días más de uno me ha preguntado mi opinión sobre la recientemente regalada “Guía de Arquitectura Urbana de Logroño” escrita por María Teresa Alvarez Clavijo y Gorka Pérez de la Peña Oleaga, editada por Brico Depot, distribuida por La Rioja, y bendecida genéricamente por el alcalde y muy puntualmente por el Decano del Colegio de Arquitectos de La Rioja; y me parece muy poco elegante hacer un juicio de valor sobre ella cuando en breve va a salir a la calle la mía, lo único que puedo decir es que está escrita en “estilo historia”. Y todo lo más, en uno de los estilos historia más historia que jamás haya podido leer yo nunca.

En los próximos meses, si acaso, espero que entre los practicantes (profesionales o advenedizos) del estilo historia haya un bonito debate sobre las incontables variantes del eclecticismo que se dieron en nuestra ciudad, el prematuro agotamiento del modernismo, el increíble triunfo del art decó, los innumerables matices de lo moderno, la modernidad y sus relecturas críticas, vanguardísticas o como “Movimiento”, y por qué no, sobre la “notabilísima obra orgánica” de Roberto Benés, o sobre la “relectura sugestiva de las vanguardias históricas” de la obra de José Miguel León. Debate moderado por el Decano del COAR y el Director del Instituto de Estudios Riojanos, a poder ser. Para que el “estilo historia” vaya ganando… más… altura. Y más adeptos.