viernes, marzo 23, 2007

VALENCIA EN FIESTAS








Explico lo de Valencia (anunciado anteayer/ o antier, que dicen con mucha gracia los mejicanos).
Los petardos puede que sean una gamberrada, pero la mascletá de la plaza del ayuntamiento es música, una de las músicas más hermosas y emotivas que jamás haya oído. Me lo dijo hace unos años mi amigo Adsuara (algunos lectores de mi blog ya le conocen, pero no está de más presentarle de nuevo y decir que siempre está ahí, en: www.albertoadsuara.blogspot.com): créeme Juan, la gente llega a llorar oyendo la mascletá. Ahora ya no sólo le creo, sino que soy testigo. O mejor dicho, prueba. Y además, una vez oída la mascletá los petardos te parecen menos gamberros.

Hablando de música, el domingo dieciocho también asistí al homenaje de la ciudad a sus más conocidos compositores en la Avenida del Reino de Valencia: un discurso pomposo, unas flores en el monumento de los músicos llevados por la fallera mayor (pasada de maquillaje) y la fallera infantil (foto1), y un desfile de los casals de la zona tocando los más conocidos pasacalles de la tierra. Cada banda que pasaba era otro nudo en la garganta. Qué elegantes son los pasacalles valencianos (¡y eso que las bandas eran de ocasión!).

Lo de la mascletá era anunciado, y lo del homenaje a los músicos, natural, pero lo que yo no podía sospechar era hasta qué punto me podría emocionar la Virgen de los Desamparados y el ritual de las flores. Nunca había reparado yo en la belleza de su nombre, y desconocía la hermosura de su gesto inclinado (f2). Y por supuesto, no sabía que durante horas y horas, la ciudad estaba colapsada por el incesante desfile de los casals con las mejores galas de sus falleras (f3) llevándola flores para tejerle un bellísimo y efímero manto. Sin duda es el corazón de la fiesta.

El colapso del tráfico de automóviles no se ciñe al desfile de las flores sino que se extiende al resto de la ciudad gracias a la plantación de fallas en numerosos cruces de calles. Setecientas dicen que había. Valencia en sus fiestas es una ciudad sin coches, lo que sin duda puede considerarse como la mejor fiesta imaginable en estos tiempos. Con el metro, algunos autobuses, y mucho andar, la fiesta ya funciona. Y eso que para muchos la fiesta consiste en recorrer toda la ciudad para visitar sus fallas, -esos monumentos efímeros de cartón que son su mejor publicidad.

Lo mejor de las fallas es que están por toda la ciudad, es decir, que llevan la fiesta a todas sus calles y barrios y que hasta cambian su mapa, o sea, que puede haber maravillosas fallas en zonas bastante feas y viceversa. No creo que haya otra ciudad del tamaño de Valencia que haya sido capaz de involucrar en la fiesta a todo su tejido urbano.

En cuanto a las fallas en sí (fotos 4 y 5) se podría escribir un tratado, así que para no ponerme pesado doy cuatro opiniones personales. 1) Puesto que ya se hace una concesión al mundo infantil con la fallita para los niños, el hecho de que las grandes fallas se construyan mayormente con muñecos infantiles hace dudar mucho de la imaginación de sus diseñadores. Pasa como con los desfiles de carnaval de los últimos años: que se han convertido en fiestas de colegio. 2) Es por ello que donde más se detiene la gente (con lo que más goza) es con las figuras eróticas más o menos entremezcladas con las infantiles. 3) El fracaso del arte moderno (o contemporáneo) a la hora de intentar hacer las fallas con sus jergas es aún más ridículo que el infantilismo. 4) El cartón piedra de las fallas es el antecedente directo de la arquitectura de los parques temáticos, así que algunas de ellas (la ganadora, por ejemplo) corren el riesgo de convertir esta manifestación de monumentalidad efímera en recintos de feria. 5) Los ripios que acompañan los ninots están sólo en valenciano lo que es una ventaja para los visitantes.

Los castillos de fuegos artificiales no los ví, pero me dijeron que eran igual que en todas partes. Y tampoco pude quedarme a la cremá del lunes y sus lágrimitas; así que lo vi en la retransmisión que dieron por la 1 de Televisión Española, que esa sí que era para hacer llorar: qué realización y qué locutores más lamentables. Pero veámoslo por su lado bueno: en la fiesta de Valencia el arte total de la televisión está muy por debajo de la vida real. Que haya cosas que se resistan a la tele es una suerte.

Acabo. En estos tiempos de movilidad total, desamparo urbano y fiestas sin sentido, creo lícito que cada cual pueda escoger sus fiestas anuales. He tardado mucho tiempo en descubrirlas pero creo que me costará mucho más encontrar alguna mejor que las de Valencia. Por lo menos, en su escala.