miércoles, agosto 22, 2007

EL ESTILO FORROPIEDRA EN EL PIRINEO ARAGONES



“No siempre podemos pedir arquitectura buena o bella, pero podemos exigir una arquitectura honesta. La escasez de la pobreza puede perdonarse, la severidad de la utilidad respetarse, pero sólo cabe el desprecio para la mezquindad del engaño”.

John Ruskin

No soy muy aficionado a empezar los escritos con una cita, pero como no quería iniciar la temporada con palabras tan duras como desprecio, mezquindad o engaño, esta sentencia de Ruskin me viene muy bien. Con frases como esta, cargadas de esperanza para la arquitectura, empezó el periplo de la modernidad; y a edificios como los que aquí traigo, fotografiados este verano entre excursiones a bellas montañas por el norte de Huesca, es a lo que ha llegado. Tremendo.

Me hicieron recordar los esfuerzos de mi compañero de mesa en el Consejo Superior, el Decano del Colegio de Arquitectos de Aragón, por poner en marcha el Docomomo, es decir, el programa de catalogación y protección de los edificios del movimiento moderno en España. Qué curioso: mientras la modernidad arquitectónica ha llegado en las casas del norte de Aragón a lo que aquí puede verse, todo el esfuerzo de los arquitectos “más concienciados” se pone al servicio de salvar los restos del naufragio. ¿No sería mucho más lógico y operativo ponerse a “despreciar” la “mezquindad” arquitectónica de lo que están construyendo sus compañeros (o quizás hasta él mismo) en los últimos años del siglo XX y primeros del XXI por esos pueblos de su demarcación, que dedicarse a lavar la conciencia de la catástrofe de la arquitectura moderna mediante colecciones de estampitas y santitos de los años treinta?

Me voy de viaje para olvidar penas, para ver el mar o contemplar montañas, y siempre vuelvo a casa con un rosario de calamidades arquitectónicas. Ya recordaréis las de Isla Cristina en Huelva o las de Noja en Santander, bien ilustradas en este blog. Pues nada, sigo la serie con estas casas de Aínsa, Boltañá, Biescas, Plan, Labuerda, San Vicente, Gistain, Escalona, Laspuña, Guaso, La Torrecilla y cuantos pueblos hay en la cabecera del Cinca.


Lo de Aínsa es terrible y merece un capítulo aparte -o más bien una denuncia colectiva en alguna de esas Jornadas de Intervención del Patrimonio que se celebran por aquí si fueran mínimamente serias. En apoyo de la industria turística salvadora de la economía de la zona se han gastado millones de dineros en reconstruir un pueblo todo en piedra como si fuera auténtico, y el resultado es más falso que un judas. Funciona como escenario de turistas a media tarde buscando aburridamente restaurante para cenar durante dos meses al año (triste escena esa, por cierto), pero el resto del tiempo parece un desolado teatro sin función y con un suelo impracticable. Vi en el castillo un cartel de que el Ministerio de Cultura poníamos los dineros y que el célebre Manzano-Monís López-Chicherri ponía el “arte”, y advertí que su manera de intervenir, al menos en el castillo, empieza a tener ya esos tics modernos que tanto gustan a los organizadores de las Jornadas de Intervención en el Patrimonio: unas tablitas por aquí, algo de acero corten por allá, etc. Como ese tipo de imágenes me resulta bastante vomitivo prefiero poner este par de armarios o cajas de registro de dos casas de Ainsa para que se vea hasta donde llega el estilo del forro en piedra.




La maravilla de casa que he puesto junto al título puede verse en la plaza de Boltañá, justo enfrente de otro edificio sin desperdicio, el Ayuntamiento. Helo aquí.


Lejos de mi ánimo estaba investigar la paternidad de semejante pastiche, pero en el porche hay una orgullosa placa en que lo dice: siendo alcalde Enrique Buil Sarrado y cómplices una larga lista de canteros, carpinteros, etc., el arquitecto: Pedro Miguel Bernad Rivera; año 1991. Glorioso año pues para la historia de la arquitectura moderna.

Boltañá no tenía una almendra amurallada tan clara como Ainsa y se ha salvado de una “rehabilitación integral”, pero casa a casa pueden llegar a obtener un resultado parecido. Véase, por ejemplo cómo va quedando el resto de fachadas de la plaza.


La ley de toda esta arquitectura parece no ser otra que la que me ha sugerido el título de este post: donde hay piedra debajo de los revocos, se saca la piedra, y donde no la haya, se forra todo con piedra (se forra, digo, porque obviamente, la estructura interna de toda nueva edificación es siempre de hormigón). La piedra del lugar rejuntada con mortero de cemento da unas texturas muy feas y por completo diferentes de la piedra rejuntada con los viejos morteros de cal, pero ese es un detalle demasiado sutil para que lo entiendan los nuevos pobladores de la zona. Traté de explicárselo al guía que intentó enseñarnos la iglesia (también salvajemente desvestida de su tradicional capa de mortero para dejar vista la piedra, ahora rejuntada con mortero de cemento) pero me miró como si fuera un terrorista (de ahí que no le dejara que me guiase).

Otro día sigo con más pruebas de la gloriosa arquitectura de nuestro tiempo allá por el Pirineo oscense.