martes, octubre 02, 2007

MUJERES



Me gustan tanto las mujeres que me horroriza verlas en el redil. Me parecen singularmente tan inteligentes, tan sensibles, tan eróticas, tan dotadas de intuición y de sentido común, y además de ello, tan sacrificadas, ordenadas, disciplinadas, trabajadoras, etc. etc. etc. que no soporto verlas en rebaño.
Pues nada, muchas de ellas erre que erre. Al rebaño. Al redil. A la masa.

Así también desde que trabajan en arquitectura.

El día 1 de octubre se inauguraba el curso en mi Escuela de Diseño y como no se había programado lección inaugural alguna les sugerí a mis alumnos que acudieran a la conferencia que la arquitecta Carmen Espegel (en la foto) iba a dar esa misma tarde en el COAR sobre el papel de las diseñadoras y arquitectas colaboradoras de los grandes “maestros” de la modernidad (Le Corbu, Mies, May, Aalto, etc.). El periódico lo pintaba bonito (¡ay!, ¿pero cómo soy aún tan ingenuo de fiarme del periódico?), mis colegas me dijeron que podía estar bien, y la verdad es que el tema prometía: puesto que los arquitectos modernos hicieron ascos de la decoración, el interiorismo de la casa moderna seguramente estará en deuda con estas mujeres colaboradoras en los diseños de sus cocinas, amueblamientos, textiles, etc.

La conferencia fue tan mala que me sentí culpable de haber hecho perder a algunos de mis alumnos (por suerte pocos) una buena tarde. En penitencia me quedé hasta el final, cosa que no hubiera hecho de haber estado libre de culpa. Y de ese modo tuve la suerte de oír los encendidos elogios finales de nuestro Decano a la sabiduría de la conferenciante. En el Colegio de Arquitectos se sigue sin distinguir entre la cortesía institucional y el timo cultural . Y lo peor es que ya no tienen nadie en elhAll para recordárselo.

Espegel se pasó toda la conferencia deshaciéndose en grandilocuentes adjetivos hacia las arquitectas de la modernidad sin dar un mínimo dato de rigor sobre la investigación de sus aportaciones creativas. Todas eran grandes luchadoras por la justicia, la igualdad, cuando no por el comunismo y las libertades, amén de encontrar siempre el mejor uso de los materiales e incluso ¡el espíritu de los materiales! (esta última expresión la repitió en varias ocasiones sin dar mayor explicación). Pero de la labor en los despachos, del día a día, del papel de ellas en sus estudios, de su relación con ellos, de su participación real y comprobada en las realizaciones de los santos maestros, nada de nada. Vaya fiasco. Cuando el gran mérito de una mujer es ser mujer hemos llegado al nivel cero de la cultura (como cuando el mayor mérito de un ser humano es ser catalán, o vasco, o argentino, o… español, pongamos por caso, aunque no sé si queda ya alguien que vaya de esto último).

Puestos a hablar de arquitectura nada peor que elogiar el trabajo arquitectónico de las mujeres por ser mujeres y dar conferencias ejerciendo de mujer para obtener el mismo reconocimiento por el mero hecho de ser mujer. Beeeeeeee. Y tengo entendido que esta mujer hasta ha escrito un lauredado libro, beee, beee, beee, para el Instituto de la Mujer, beeeee.

Lo único que puedo decir para consolarme de tan aciaga tarde es que ni por esas me va a quitar mi afición, mi atracción, mi deseo y mi gusto por las mujeres. Como seres humanos, claro, o sea, como seres singulares.

(Quien las prefiera en rebaño y con divisa de arquitectura tiene documentación abundante en está página: http://www.lamujerconstruye.org/NOTICIAS/noticias.htm)