jueves, diciembre 13, 2007

EL COCINERO, EL LADRON SU MUJER Y SU AMANTE



Mónica Yoldi, Quique Fernández y yo estamos programando en este curso 2007-2008 un ciclo de “cine y diseño” en la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Logroño. Vamos ya por la tercera película y esta vez me ha tocado a mí redactar la presentación que se da con la entrada (1 € pro viaje alumnos fin de curso). La cita es en el Salón de Actos de la Escuela el martes 18 de diciembre a las 7:45 pm. y os aseguro que el ambiente de filmoteca que se ha creado es de lo más tranquilo y agradable.

El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante
Peter Greenaway, 1989

Después de ver la película “Maria Antonieta”, que recreaba el nivel casi obsceno de lujo y densidad formal a que había llegado la corte francesa a finales del siglo XVIII, la tercera película del ciclo CINE Y DISEÑO 2007-2008 en la Escuela Superior de Diseño de Logroño vuelve a finales del siglo XX, es decir, misma época de “Kika” (la primera película que vimos), con un propuesta visual tan densa y barroca que parece que hubiéramos hecho un bucle con las tres.
Al igual que Kika, “el Cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” pertenece a un cine postmoderno o “pasado de rosca” en el que se mezclan de una forma abigarrada las referencias casi intemporales de la historia con las referencias a un final de siglo XX en el que los valores aparecen confusos y trastocados.
Con una estructura casi teatral de cuatro o cinco escenarios y una puesta en escena tan histriónica que nos devuelve al mundo del teatro, interesa observar con atención los detalles de:
1) el desolado, nocturno y violento espacio exterior, donde empieza la película: una especie de parking que muestra la triste conexión urbana del restaurante El Holandés con la supuesta ciudad.
2) la cocina de ambiente piranesiano, donde los bodegones y los vestuarios reinterpretan constantemente los temas de la pintura doméstica holandesa, y por la que curiosamente la cámara y los personajes principales acceden siempre al comedor.
3) el gran comedor rojo de espacios a escala palaciega y decoración clásica atemporal, donde el canallesco y grosero personaje del ladrón y dueño del restaurante es el señor de la escena sin que nada ni nadie le pueda callar; siempre con el fondo de los grandes cuadros colectivos de la burguesía holandesa y con el desinterés hacia lo que ocurre al lado, tan propio de nuestra época.
4) los pequeños espacios intersticiales que busca la mujer del ladrón para hacer el amor con su amante: los aseos del local o los recovecos de la cocina, etc; y
5) la biblioteca del amante, donde éste es torturado y asesinado, como recreando una vez más las atrocidades sufridas por Hipatia en la Biblioteca de Alejandría.
El cóctel de todo ello, con incluso algunas concesiones al cine gore, puede saturar a más de uno en el plano melodramático, pero en absoluto nos puede dejar indiferentes en el de la propuesta de las abigarradas sugerencias formales de un mundo postmoderno y desnortado que deconstruye sus escenarios con retazos visuales de la historia. Unos escenarios que en este tipo de cine casi podríamos decir que alcanzan el carácter de protagonistas principales de la película.