viernes, marzo 14, 2008

VPO (III): EL PROBLEMA



El llamado “problema de la vivienda” es considerado en este país como un asunto de “escasez”. He consultado en el censo del INE a ver cuál era la relación entre número de habitantes y número de viviendas del último censo del 2001 pero no viene o no lo he encontrado. Sí he dado con el de 1991, que era de 2,25 hb por vivienda (38,8 millones de habitantes por 17,2 millones de viviendas) que no está nada mal, aunque con el boom de la construcción registrado en estos últimos quince años, es de esperar que esa relación haya incluso mejorado y que esté cerca de 2 hb por vivienda que es una cifra más que aceptable: una pareja por casa. El problema de la vivienda en España no es por tanto un problema de escasez sino en todo caso, de reparto, o más bien de “concepto”.
Me parece por tanto necesario enfocar el “problema” desde otras perspectivas.

El “problema” de la vivienda en España consiste haber creado una cultura o un modo de pensar en que la casi totalidad de las viviendas se han reducido a ser, por un lado, un producto de la maquinaria productiva del país y por otro, un fondo de ahorro para el ciudadano. Un modo de pensar, dicho sea de paso, que los arquitectos que han dado forma a ese producto rara vez han puesto en crisis.

A poco que uno viaje y observe se da cuenta de que en otras culturas las viviendas tienen otras connotaciones. En Estados Unidos, por ejemplo, la vivienda es principalmente un signo de status. Según varía la fortuna del ciudadano a lo largo de su vida, va cambiando de barrio y vivienda sin la menor pereza, y al parecer, sin gran dificultad. O los americanos son unos desarraigados (que lo son) o tienen muchos menos problemas que nosotros para cambiar de empleo y ciudad, y para comprar y vender sus viviendas.

En nuestra cultura, sin embargo, el viejo arraigo al pueblo, al barrio y a la casa paterna de una sociedad agrícola ha sido sustituido por la escasa movilidad laboral (el funcionariado, por ejemplo, constituye una enorme masa estanca cada vez más atascada o ligada a un lugar a partir del Estado de las Autonomías y de la paulatina desaparición de los Cuerpos Nacionales). Así mismo, los importantes gastos y trabas derivados de la compraventa de viviendas, o la ligazón casi emotiva que crea una enorme y dilatada hipoteca, parecen ser causas disuasorias de la movilidad de residencia.

Pero en esencia la vivienda no tiene porqué ser un producto que hipoteque nuestras vidas o nos ate a un lugar, y mucho menos esas viviendas-pisos que no son sino más que unos simples nichos de almacenamiento humano sin ningún tipo de gracia o encanto. El parque de viviendas creado en los últimos cincuenta años es tan feo, que lo más espantoso que puede pensar uno al mirarlo es que nos ate de por vida.

Por eso y para aclarar el “problema de la vivienda” me parecería muy útil empezar a distinguir entre lo que podrían ser viviendas dignas, viviendas hermosas, viviendas símbolo, viviendas cómodas, viviendas capaces de imprimir un carácter a sus moradores, viviendas heredables, viviendas con raíces, etc., por un lado; y viviendas utilitarias, viviendas piso, viviendas nido, viviendas nicho, viviendas anodinas y anónimas, por otro. Con sólo hacer esa pequeña y sencilla distinción ya se empezaría a ver cómo cambia el enfoque del “problema”.